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Cuando nos identificamos con los pensamientos.

  • Foto del escritor: Marta Robles
    Marta Robles
  • 8 may 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 ago 2023


Cuantas veces nos dejamos llevar por los pensamientos y no solamente un poco, sino que nos aferramos a ellos y nos sumamos a su aventura (llena de incertidumbre). Así, subimos encima de un pensamiento cualquiera, y como si de un caballo desbocado se tratara que nos lleva a un destino desconocido.

El siguiente cuento del terapeuta y escritor Jorge Bucay nos acerca a esta idea:

"En una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, un paquete de galletas y un refresco. Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.


La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer cuenta de que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonríe… y toma otra galletita. La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.

Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan caradura”, piensa, y se queda congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.

Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.

–¡Gracias! –dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.

–De nada –contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.

El tren llega.

Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”.

Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… ¡Intacto!"


Detente unos minutos.


¿Qué has pensado mientras leías esta historia? ¿Y cuándo has llegado al final? ¡Cuantas veces nos dejamos llevar por alguno de los mil y uno pensamientos que a lo largo del día pasan por nuestra mente! Nos podemos llegar a identificar tanto con ellos, que de repente, se empiezan a desencadenar sensaciones corporales, emociones; y hasta acciones completamente impulsivas. Estos pensamientos automáticos, desaparecen o se transforman, si dejamos de aferrarnos a ellos y simplemente los observamos. Son simplemente eso, fenómenos mentales que vienen y van.


Autora: Marta Robles



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